Constantemente nos llegan preguntas de consumidores preguntando si las frutas y verduras que comercializamos son de Madrid, porque quieren hacer un consumo más sostenible. ¿Es realmente más sostenible el producto local en el caso de Madrid?
Lo primero de todo es decir que en Ecocaja intentamos siempre comprar a productores nacionales y en la medida de lo posible de Castilla-La Mancha por la cercanía. También que la distancia no puede ser de ninguna forma la principal motivación para decidir la compra, lo es la calidad, el precio, la variedad y la disponibilidad de los productos, para lo cual es necesario comprar en todo el territorio nacional y algunos productos fuera de España.
Aparentemente si el producto viene de más cerca, su huella de carbono debería ser menor, pero muchas veces las apariencias engañan.
El problema es mucho más complejo que decir «si es de más cerca es más sostenible», esto sería una simplificación en la que se han ignorado todos los demás factores implicados y aunque la cercanía es un factor de la ecuación, ni mucho menos es el único.
La huella de carbono por transportar los cultivos minifundistas desde las fincas dentro de la Comunidad de Madrid con furgonetas o camiones pequeños, muy probablemente supera a la que produce un camión de gran tonelaje que viene desde otra provincia para transportar la misma cantidad de producto, aunque la distancia sea mayor.
La huella de carbono por el transporte entre provincias es ínfima porque el rendimiento en relación a la carga de un vehículo que mueve 30 toneladas es muchísimo mejor que el de un vehículo pequeño, la mayor parte de la huella de carbono de los productos corresponden siempre al reparto local en el que usamos pequeñas furgonetas y nuestros coches particulares dentro del intenso tráfico de la ciudad.
En pocas palabras, un camión de 30 toneladas consume 3 veces más que una furgoneta, pero carga como mínimo sesenta veces más peso, lo que lo hace al menos 20 veces más eficiente, aunque normalmente es más la diferencia. Comparado con un turismo la cifra se puede triplicar.
Esto quiere decir que el consumo por Kg de producto transportado en un viaje desde Murcia a Madrid, es equivalente a moverlo en una furgoneta por 20Km, lo que deja claro que la compra local no ofrece ninguna ventaja en el caso de Madrid, donde las explotaciones agrícolas están situadas a distancias entre 50Km y 100Km del centro de la ciudad.
Lo primero que hay que considerar es que los camiones que van de, por ejemplo, Murcia a Mercamadrid, van a venir igual, lleven o no lleven los productos que tu consumes, por tanto, el ahorro en la huella de carbono es algo muy cuestionable y más aun en el caso particular de Madrid.
La realidad es que es imposible que Madrid se pueda abastecer con la producción local, por eso es que Mercamadrid es el mercado de abastos más grande de Europa, por delante del Rungis de París, y el segundo mayor mercado de pescados del mundo tras el de Tsukiji en Tokio.
Pretender que comprando productos hortícolas de Madrid vamos a cambiar esto, es absolutamente utópico. A Madrid seguirán viniendo los mismos camiones y eso es algo que no vamos a poder cambiar nunca a no ser que emigremos a otra parte, porque aquí ni se produce ni se puede producir ni siquiera una mínima parte del producto demandado.
En Ecocaja para hacer el transporte desde otras provincias contratamos «picking» en empresas de transporte, es decir, buscamos huecos libres en los camiones que —ya hacen la ruta—, esos camiones vienen igual, tanto si llevan 20 como 30 palets. El consumo añadido de 1 palet a la carga es aproximadamente 0,001L de gasoil por Kg transportado, que sería como mover 100Kg con 0,1L de gasoil con una furgoneta, que con suerte daría para 2Km si vas despacio.
Para el que quiera hacer cuentas, un camión con 30 toneladas de carga consume unos 35L / 100Km de media y unos 25L / 100Km en vacío, por ejemplo, desde Murcia serían 100L de gasoil en vacío y 140L con 30 toneladas de carga. Aun suponiendo que el camión vuelve vacío, cosa que no es siempre así, sale por menos de 0,009L de gasoil por Kg transportado, pero como el camión hace la ruta igual aunque vaya a media carga, en realidad la diferencia por meter 1 palet más, es menor de 0,002L de gasoil por Kg.
Sólo con el combustible gastado para el reparto local en furgonetas y vehículos particulares, la cantidad de combustible por Kg de producto puede llegar a ser el 250% del consumido para traer ese mismo producto desde otra provincia. Eso significa que influye mucho más el tráfico de Madrid, el tipo de vehículo utilizado para el reparto local, la forma de conducir, o donde compramos los productos, que el transporte desde Murcia, Andalucía o Cataluña, hasta Madrid.
Añadido a esto, habría que analizar otros efectos secundarios a tener en cuenta, por ejemplo, en la Comunidad de Madrid apenas se cultivan frutas, sólo se producen verduras y hortalizas de mayo a octubre por lo que habrá 5 meses sin producción y la variedad no será nunca a la que estamos acostumbrados.
También hay que tener en cuenta que la producción se ve influenciada por factores climáticos, del tipo de terreno y del tipo de producción entre otras cosas, así que comprando de forma «forzada» productos locales, incluso podríamos estar aumentando la huella de carbono y el consumo de agua.
Cultivar determinados productos donde no se debe, produce un impacto en el consumo de agua, por ejemplo, las lechugas pueden consumir mucha más agua según donde las cultives.
También hay sitios donde el consumo energético para cultivar un producto supera con mucho al del transporte, por ejemplo porque sea necesario enfriar los productos o calentar el suelo de los invernaderos, o porque necesiten bombear agua desde más distancia o a más altura para el riego.
No todos los productos agrícolas se dan bien en todas partes, así que si queremos consumir productos locales, también deberíamos asumir que consumiremos sólo aquellos productos que son propicios en la zona donde vivimos, algo a lo que en realidad nadie está dispuesto.
En la práctica, cuando el consumidor ve que los productos de Madrid que comercializamos son considerablemente más caros ya no le importa tanto de donde vienen, tampoco parece importarle a nadie si los tomates sólo crecen en verano y las naranjas en invierno, pero si recibimos airadas quejas si los tomates son insípidos porque provienen de invernaderos, o si las naranjas vienen de Sudáfrica en verano.
Nadie pregunta tampoco cuanta agua se ha usado para hacer crecer una lechuga o cuanta energía se usó para producir los tomates, factores que son mucho más importantes para la sostenibilidad que el transporte.
La realidad es; Que en Madrid no produce casi nada y se consume mucho por lo que el transporte desde otras provincias siempre será necesario. Que en otras provincias la producción agrícola es mucho más barata para la misma calidad. Que la parte de la huella de carbono de un producto hortícola por el transporte entre provincias es despreciable.
Haríamos una reducción mucho mayor de la huella de carbono consumiendo sólo productos de temporada que pretendiendo que todo venga de Madrid, por no hablar de lo arbitrario de ponerle fronteras a la producción, por ejemplo, Azuqueca de Henares en la provincia de Guadalajara está a 48Km de la puerta del sol y Somosierra que pertenece a Madrid a 95Km, pero eso también depende de donde vivamos, porque no es lo mismo vivir en Alcorcón y consumir productos de Toledo, que hacerlo viviendo en Collado Villalba.
En Ecocaja hay una parte considerable de los productos que traemos de Castilla-La Mancha, pero algunos consumidores se muestran muy radicales al exigir que el producto sea de Madrid, aun cuando eso supusiera mover los productos desde la misma o mayor distancia.
Resumiendo, tomar la decisión de comprar un producto porque pertenece a la provincia de Madrid es absurdo, pero es algo que se ha convertido ya en una leyenda urbana de la sostenibilidad, más que en una verdad.
El que quiera de verdad ser sostenible, debería plantearse antes dejar de consumir tomates en invierno y naranjas y manzanas en verano o preguntar cuanta agua y energía se utilizó para producir cada producto, en vez de preocuparse por algo que supone probablemente la parte más pequeña del impacto en la huella de carbono de los productos que consumimos.